jueves, 5 de febrero de 2009

LA HITORIA DE LAS COSAS

UN APLAUSO

Por Antonio CaballeroPara saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenasSábado 1 Noviembre 2008Un aplauso. Está muy bien que por fin los más altos representantes del Estado empiecen a reconocer lo que desde hace decenios un general tras otro, un ministro de Defensa tras otro, un presidente tras otro, han negado en redondo: que las Fuerzas Armadas cometen excesos. Torturas. Detenciones que terminan en la desaparición de los detenidos. Ejecuciones extrajudiciales. Crímenes de guerra. Hay que felicitar al presidente Uribe, al ministro Santos, al general Padilla, por su decisión de pasar a retiro a tres generales y siete coroneles (y otros tres más hace ocho días), más una docena de oficiales y suboficiales de menor rango, por los infames "falsos positivos" con decenas de muertos denunciados en las últimas semanas.Está muy bien que se empiece a limpiar el Ejército (y la Policía, y el DAS), y ya iba siendo hora: sólo falta un año para que venza la reserva de siete que establecieron al alimón el presidente saliente Andrés Pastrana y el entrante Álvaro Uribe ante la Corte Penal Internacional, blindando al Estado colombiano frente a las responsabilidades por crímenes de guerra durante el tiempo que según su cálculo optimista tomaría derrotar a la subversión en Colombia.Está muy bien que los crímenes se reconozcan. Y que se acepte por primera vez que no se trata de actos aislados de "elementos descorregidos", de "manzanas podridas", de "ovejas negras" que no entrañan responsabilidad institucional ni política de sus superiores, sino que, por el contrario, la comprometen tanto por omisión como por acción. Pero la necesaria limpieza del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea, de la Policía, del DAS, de todos los organismos secretos del Estado, habrá que repetirla una y otra vez, indefinidamente, mientras no cambien de verdad las convicciones profundas de los militares que hacen la guerra y de los civiles que la ordenan desde el poder político. La convicción profunda, reforzada además por el adiestramiento y el ejemplo recibidos de los Estados Unidos, de que todo vale en la guerra contra la subversión, hoy llamada narcoterrorista; ayer, comunista; antier, bandolera. De que valen el asesinato y la tortura, la desaparición forzada, la expulsión, porque el enemigo no merece respeto.Todo vale porque la vida no vale nada. La de los demás: esos, literalmente, desechables que constituyen el grueso del pueblo colombiano (y que hay que distinguir, claro, de los llamados "colombianos de bien"). Los desechables se pueden desechar. Usar y tirar. Eliminar cuando ya no sirven. Intercambiar. Pueden ser usados indiferentemente como guerrilleros o como paramilitares, como sicarios de la mafia o como mensajeros de moto o como desempleados o como subempleados o como reinsertados o como votantes cautivos o como víctimas de los "falsos positivos militares". Su vida real no importa, salvo desde el ángulo de la estadística. Por eso puede el coronel Plazas Vega, aquel que "defendía la democracia, maestro", decir que los cadáveres de los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia están donde no están, y tiene que salir Medicina Legal a desmentirlo. Ah, ¿eran otros muertos? Da lo mismo.Para saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda de que hablo hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenas. Pues la desaparición forzada, que trabajosamente fue por fin tipificada como delito en el año 2000, no ha tenido en los siete años transcurridos desde entonces ningún acusado, ningún procesado, ningún condenado, pese a que sigue afectando a unas quinientas personas cada año. Y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada, firmada por el gobierno de Colombia en septiembre de 2007, no ha sido ratificada todavía. Y en la discusión que se adelanta en el Congreso sobre la Ley de Víctimas, el gobierno y sus parlamentarios leales se rehúsan obstinadamente a reconocer como víctimas del conflicto (y a reconocer que hay conflicto) a las que lo hayan sido de los agentes del Estado: soldados, policías, detectives del DAS. Como si no existieran.Todavía falta, pues. Y no sólo porque la lucha por la verdad y la justicia sea una lucha interminable que nunca se puede dar por ganada del todo, sino porque el reconocimiento hecho esta semana por los más altos representantes del Estado sobre sus culpas parece insuficiente todavía, apenas de labios para afuera. Así, al presidente Álvaro Uribe se le escaparon dos expresiones reveladoras al hacerlo. Una fue la de que los desaparecidos habían sido "ajusticiados" por el Ejército. La otra, la de que con sus masacres, de Guaitarilla a Soacha, los militares "nos hacen quedar mal". "¿''Ajusticiados" los asesinados? ¿Y simplemente "queda mal" quien secuestra a alguien para matarlo y presentar su cadáver como un "positivo"? En los dos casos, las palabras del Presidente se quedaron algo cortas.Pero bueno: es un comienzo. Que sigan por ahí. Y, de nuevo, un aplauso.

lunes, 2 de febrero de 2009

Que Viva La Revolución
Cuando el Presidente Obama habló en su discurso de toma de posesión sobre el cambio climático y el uso de la energía en el futuro, fue difícil que alguien como yo no se emocionara. La esperanza, por fin, brilla en Washington. Dicha esperanza tiene muchas facetas. La más cercana a mi corazón es el deseo del nuevo Presidente de movilizar la energía limpia para combatir tres de las mayores amenazas que enfrenta la civilización moderna, todas al mismo tiempo: la crisis financiera actual, la crisis climática en curso y la inminente crisis energética global.
“Cada día vemos mayor evidencia de que las formas como utilizamos la energía fortalecen a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta”, dijo Obama. Se requerirán medidas atrevidas: un rediseño total de las economías. “Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde”, dijo, y entre los asuntos más importantes en la agenda de este renacimiento, éste: “Aprovecharemos el sol y los vientos y la tierra para mover nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas”.
Veamos lo que significan estas palabras para alguien con un recorrido como el mío. En mi juventud me cautivó la geología, por lo que me sumergí en el estudio de los cambios naturales de nuestro planeta a lo largo de millones de años de eras geológicas. Hace apenas un poco más de treinta años ingresé a una facultad universitaria, en el Imperial College of Science and Technology, para investigar la historia de la Tierra. Se trataba de una escuela donde se entrenaba a una minoría selecta para trabajar en las industrias extractoras y, como la mayoría de mis colegas, yo era consultor de la industria petrolera alrededor del mundo, a la vez que entrenaba a quienes serían su fuerza laboral en el futuro.
Poco imaginaba que un día consideraría que dicho pasado es algo para lamentar, y que la industria petrolera es un negocio que se prepara para embargar el futuro de la civilización. Una parte de mis investigaciones tenía que ver con el tipo de rocas de donde proviene el petróleo, y otra consistía en la historia de los océanos. Mientras más descubrimientos hacía en el curso de dichas investigaciones oceánicas, más percibía lo frágil y lo fundamentalmente cambiable que es nuestro planeta.
En la década de los años 80, un número creciente de científicos comenzó a preocuparse de que la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas, desestabilizaría el clima global relativamente tranquilo que la humanidad ha disfrutado durante la evolución de la civilización. Al quemar dichos combustibles, ya sea en centrales eléctricas, automóviles, aviones o edificios, se producen gases de efecto invernadero. Estos gases retienen el calor dentro de la delgada atmósfera terrestre. En esa época me fue permitido dictar unas pocas conferencias para darles a conocer a los estudiantes el problema del efecto invernadero. Eran llamadas por mis colegas del departamento “las clases de estudios liberales del Profesor Leggett”.
Los tiempos cambian: al menos en cuanto a la percepción de los problemas globales, aunque no haya un cambio para enfrentarlos. Hoy en día, creer que podemos continuar vertiendo miles de millones de toneladas de gases radioactivos dentro de nuestra delgada atmósfera cada año sin causar un daño considerable, es un poco semejante a creer que la Tierra es plana.
Son muchas las maneras como podríamos detener las emisiones de gases de efecto invernadero si quisiéramos hacerlo colectivamente y con seriedad. La mayoría de ellas tiene que ver con la forma como usamos la energía, ya que la quema de combustibles fósiles puede reemplazarse con una numerosa familia de fuentes de energía renovable, además de la eficiencia energética y la conservación de la energía. En 1989, me retiré del mundo universitario para unirme a la campaña de Greenpeace a favor del cambio hacia una energía limpia y eficiente.
Luego de siete años de cabildeo en y alrededor de las negociaciones internacionales sobre el clima, y de duras lecciones en la que algunos llamarían realpolitik, me convencí de que los gobiernos oponen una fuerte resistencia antes de hacer un llamado a una repuesta colectiva significativa hacia el cambio climático.
Podía ver algunas señales de responsabilidad corporativa potencialmente valiosa, pero eran muy pocas y avanzaban muy lentamente. Decidí, entonces, hacer un intento para establecer mi propio microcosmos de esperanza en el mundo de los negocios.
Fundé una pequeña compañía para intentar instalar, en edificios, tanta energía solar como fuera posible. No lo hice porque considerara que la energía solar es la panacea. Es sólo un miembro de una gran familia de soluciones, nada más y nada menos. Pero es una solución particularmente ingeniosa, y además un poco mágica. Al igual que muchos otros partidarios de la energía solar, creo que puede ser el pilar del suministro de energía en una sociedad futura, donde la cordura nos permita sobrevivir. A la compañía le puse por nombre Solar Century (Siglo Solar), porque eso es lo que pienso que debe ser el siglo XXI. Hoy en día es la empresa privada de energía de más rápido crecimiento de las de su clase en el Reino Unido; una pequeña parte de un mercado global de $50 mil millones de libras al año.
Los inversionistas de Silicon Valley reconocen 50 familias de interesantes tecnologías de energía limpia. Muchas de estas familias están creciendo rápidamente. Una revolución industrial verde era viable aun antes del comienzo de la presidencia de Obama. Si se mantiene fiel a su visión, estará trabajando con el filón.
En la década de los años 90, los científicos empezaron a hablar del pico del petróleo casi en la misma forma en que habían empezado a hablar del cambio climático en los años 80. La industria global de petróleo y gas pronto se verá en dificultades para suplir la demanda de sus productos manifiestamente limitados, dijeron. Un número creciente de personas dentro y alrededor de la industria del petróleo está advirtiendo ahora que la producción está cerca a su pico y está en peligro de empezar a declinar próximamente.
Todavía hay muchos que refutan este análisis del pico del petróleo, pero entre estos escépticos hay muchos que sí aceptan que la era del petróleo fácil ha terminado y/o que la actual geopolítica de las reservas de petróleo y gas hace que la mayoría de las naciones enfrente profundas amenazas en su seguridad energética. Mayor razón de peso, entonces, para “convertirnos a la energía solar” y tomar la vía rápida hacia todas las demás tecnologías de la revolución industrial verde.
Veamos también las implicaciones para el empleo. Las industrias que funcionan con energía verde tienden a emplear mayor mano de obra que las industrias a base de combustibles fósiles, las cuales nos han llevado por tan mal camino. Un mega vatio de capacidad eléctrica producido por energía solar, por ejemplo, requiere entre 7 y 11 personas, comparado con una persona que se requiere si la electricidad proviene de combustibles fósiles.
Esto significa que mientras los gobiernos y las empresas invierten para tratar de reconstruir las ruinas económicas ocasionadas por los banqueros fuera de control, crearán muchos más empleos que si solamente reconstruyen el fracasado (y medioambientalmente ruinoso) statu quo energético.
Con estos antecedentes, espero se me perdone por escuchar al Señor Obama y pensar “Vive Le Revolution”.
*Jeremy Leggett es presidente de la compañía Solar Century y de la organización benéfica Solar Aid. Es el autor del libro Half Gone: Oil, Gas, Hot Air and the Global Energy Crisis / Medio Consumido: Petróleo, Gas, Aire Caliente y la Crisis Energética Global.