martes, 14 de julio de 2009

No A lA mINa D cAjA mArK respuestas de preguntas y Comentario

respuestas:

Esa muntinacional de todo el oro que gane no va a invertir un peso en la ecologia ni en hacer un parque natural nisiquiera en plantar un bendito arbol, ni sikiera pagara mucho mas en el reciclaje para que asi la gente recicle mas y salve un arbol unarbol polk la unica forma que la gente recicle es que les pagen muy bien el reciclaje, mas se preocupa un gamin callejero en reciclar que los propios gobiernos, lo mas posible es que lo dejen en las mismas condiciones que un desierto.

No creo que los que enriquesen a pocos y empobresen a muchos sean capaces de suspender esta catastrofe peor que un terremoto.

De verdad no quiero que esta transnacional nos haga este daño y no solo a nosotros sino a la madre naturaleza, no solo va acabar con el agua que tomamos, o con el aire que respiramos, tambien daña la tierra en la que se cultiva para que comamos o para que muchos nose muerande hambre, va a causar grandes daños, como el ke cada vez haga mas calor y con ese oro no creo que piense en acabarcon el desempleo ni mejorar la vida; antes nos hace un gran daño, yo quisiera que todos dijeran no a la mina de Caja marca sobre todo los tolimenses que son los mas perjudicados, no solo ellos todo el mundo, polk con esto cada vez mas va a ver efecto invernadero. Y al gobierno les va a salir mas caro tanta gente enferma por la lluvias acidas o con enfermedades en la piel por el fuerte sol y no solo a ellos tambien a nosotros. Y seria un descaro que el gobierno deje que la transnacional acabe con esta zona y no solo conesta sino con muchas otras asi. Esto tambien ira a provocar muchos derrumbes ya que el agua contaminada contaminada hace que la tierra se dañe.


Profe espero que tenga en cuenta que en mi icfes escogi el interdisciplinar en medio ambiente y mi porcentaje fue mas de 50.

viernes, 12 de junio de 2009

EL VIEJO MAL DE COLOMBIA

Por: William Ospina
¿CÓMO HACERLES ENTENDER A LOS gobernantes de nuestro país que las guerras contra el crimen, “la mano dura y el corazón grande” ante el delito seguirán siendo inútiles mientras no emprendamos un esfuerzo concertado, inteligente y generoso, no tanto por perseguir y castigar, sino por impedir que los jóvenes se vuelvan delincuentes?
La principal causa de delincuencia hoy en Colombia es la falta de un orden incluyente en el cual los jóvenes sientan que son tenidos en cuenta por la sociedad, que se les ofrece educación, salud, respeto, el horizonte de un empleo digno, estímulos para su talento y oportunidades para realizar sus sueños. Todos esos guerrilleros, paramilitares y delincuentes comunes que se desmovilizan y resurgen como hongos después de cada redada no son meras expresiones del mal, son la evidencia de un orden social donde a los jóvenes no se les ofrece otro destino que las armas.
Por la educación, por la salud, por la posibilidad de desarrollar sus talentos, tienen que pagar hasta el último peso, pero por la violencia todos les pagan: la guerrilla, las bandas criminales y hasta el propio Estado.
Despreciar los recursos que ofrece la civilización para prevenir y controlar el delito es la más antigua tradición de la sociedad colombiana. Aquí la educación debería ser gratuita, como en todos los países decentes. La identificación temprana de vocaciones y talentos debería ser una práctica corriente, la orientación de los jóvenes hacia la ciencia, la tecnología, los oficios, las profesiones, la productividad y las artes debería ser la primera prioridad del orden social. Pero basta comparar el presupuesto del Ministerio de Defensa con el presupuesto del Ministerio de Cultura: para nuestros gobiernos, el poder de las armas es doscientas veces más importante que el poder de las ideas, de las costumbres y de la convivencia. Si uno hace un rectángulo y lo divide en doscientos cuadros, dejando todos en blanco y llenando de color solamente uno, tendrá ante los ojos la desconcertante relación que existe en Colombia entre el presupuesto de la guerra y el presupuesto de la cultura.
De prevenir el delito no habla nadie; de castigarlo, hablan todos. Se les hace agua la boca diciendo “cero tolerancia con el delito”, y uno creería que están hablando de empleo, de educación, de prevención, de dignidad de las comunidades: no, están hablando de cárceles y a lo mejor de tormentos. Les parece más efectivo reprimir, perseguir, hacer redadas, encarcelar, dar de baja, porque todo eso puede hacerse en seguida, en tanto que la prevención, la recuperación y la reeducación requieren esfuerzo, generosidad y una conciencia profunda de la dignidad de los seres humanos.
Y como cada gobierno sólo dura cuatro años (y el siguiente período nunca está seguro), nadie se siente con el ánimo de emprender una profunda rectificación del modelo de convivencia, que tardará unos pocos años en dar sus frutos, y le apuestan todo a la ilusión del exterminio. Pero como ocurre con el narcotráfico: por cada jefe que cae, veinte se disputan en seguida su puesto, sus rutas, su ámbito de influencia; cada vez que uno de ellos es extraditado, ascienden las nuevas promociones; a rey muerto, rey puesto, y el negocio no deja de ser próspero porque se eliminen del escenario talentos tan fácilmente reemplazables como los de un jefe de mafias.
Nos gobierna una idea de la humanidad basada en el resentimiento, en la lógica insana del furor y el castigo. Y lo que más debería hacernos pensar es que ese mal no es nuevo. Cuando yo tenía cinco años, hace medio siglo, nos decían que Colombia sería un paraíso en cuanto se diera de baja a Desquite y a Sangrenegra, los bandoleros que asolaban los campos. Yo mismo fui testigo del vuelo de los helicópteros que llegaban al norte del Tolima a pacificar la región. Hace veinticinco años me estremecía ver en fotografías de la prensa cómo sacaban cerca de Bogotá pendiendo de helicópteros los cadáveres de los guerrilleros dados de baja, o cómo hacían la exposición de sus cuerpos como de piezas de cacería. Hace veinte años sabíamos que bastaba eliminar a Rodríguez Gacha y a Pablo Escobar para que Colombia descansara por fin.
Hoy nos dicen que la guerra en los campos está terminando, pero que todos los días nacen nuevas bandas de delincuentes en las ciudades. Ahora se llaman “Los chicos malos”, “Los falsos”, “Los aguacates”, “Los Simpson”, “Los triana”, “Los chachos”. 145 bandas en Medellín, 44 en Cali, muchísimas en las otras ciudades, y panfletos amenazantes en 20 departamentos. No es irracional el temor de que, con esta manera absurda de enfrentar el delito sólo por la represión, con estas desmovilizaciones que no parecen estar acompañadas de serios procesos de recuperación de los combatientes, y sin un esfuerzo serio por cambiar la situación de los jóvenes en las barriadas, lo único que estemos haciendo es traer a las ciudades la violencia del campo.
Llegan nuevas oleadas de delincuentes, y empieza a hablarse otra vez de “limpieza social”, del terror en los barrios, “toques de queda” dictados por criminales anónimos. Y ¿no era de esperar que fuera así, cuando el Estado no tiene otro lenguaje para los excluidos que el de la violencia y de la guerra? Es urgente que se forme en Colombia una alternativa de civilización que rechace por igual todas las violencias, que no haga de la violencia la única respuesta a las bárbaras consecuencias de la injusticia. Los paños de agua tibia de una legalidad sin justicia no hacen más que demorar el caos que crece, y que puede acabar por arrastrarnos a todos.

martes, 19 de mayo de 2009

Ensayo movilidad en Cali y comentario de el articulo KEYNES desmiente a el Alcade de Cali:Jorge Ivan Ospina

Es cierto k lo k pasa aca en cali en cuanto a la movilidad es que primero han destruido muchos buses particulares como los blanco y negro para llevar acabo el programa de Ttansporte Masivo MIO pero de verdad a mi no es que me alla causado la mayor impre4sion el MIO porque nisiquiera lo he abordado ademas yo pense que ese transporte iva a pasar por todo Cali pero por donde yo vivo no es asi, ese MIO lo unico que ha causado es que los buses que van por mi casa, pasen menos buses, se demoren mas y los domingos si que es dificil abordarlos, uhmm y si estoy en toda la razon con KEYNES SE DEBERIA SUBIR LOS IMPUESTOS A LOS RICOS Y BAJARLOS A LOS POBRES ESTE HOMBRE ESTA en toda lo cierto, y si a muchos que no somos ricos nos toca ahorrar hasta los mas jovenes y ademas la movilidad en Cali es ahora otro problema, si y es muy cierto los neoliberalistas solo aprendieron a sumar y no ha restar y es bueno suspender las obras que no sean tan necesarias y me parece muy buena la idea que el alcalde Jorge Ivan Ospina luche por una EMCALI y ENSIRVA publicas y bien manejadas y no privatizadas.

lunes, 30 de marzo de 2009

Water gate Richard nixon

Los escándalos del Watergate (o simplemente Watergate) fueron una serie de escándalos políticos en los Estados Unidos durante la presidencia de Richard Nixon que acabaron con la imputación de algunos consejeros muy cercanos a Nixon, y con su propia dimisión el 8 de agosto de 1974. Los escándalos comenzaron con el arresto de cinco hombres por el allanamiento de la sede del Comité Demócrata Nacional en el complejo de oficinas Watergate, en Washington, D.C. el 17 de junio de 1972. Las investigaciones llevadas a cabo por el FBI y después por el Comité de Watergate en el Senado, el House Judiciary Committee y la prensa revelaron que este robo fue sólo una de las múltiples actividades ilegales autorizadas y ejecutadas por el equipo de Nixon. También revelaron el enorme alcance de los crímenes y abusos, que incluían fraude en la campaña, espionaje político y sabotaje, intrusiones ilegales, auditorías de impuestos falsas, escuchas ilegales a gran escala, y un fondo secreto en México para pagar a quienes realizaban estas operaciones. Este fondo también se usó para comprar el silencio de los cinco hombres que fueron imputados por el robo del 17 de junio.

Nixon y su equipo conspiraron para tapar el allanamiento sólo seis días después de los hechos. Después de dos años reuniendo pruebas contra el entorno del presidente, que incluía a miembros de su propio equipo testificando contra él en una investigación del Senado, se reveló que Nixon tenía un sistema de grabación de cintas en sus oficinas y que había grabado una gran cantidad de conversaciones. Estas cintas mostraron que había obstruido a la justicia e intentado tapar el robo. Estas conversaciones grabadas serían conocidas como "The Smoking Gun" ("la pistola humeante"). Tras una serie de batallas legales, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió de forma unánime que el Presidente debía entregar las cintas; él finalmente cedió.

Con la certeza de una acusación de parte de la Cámara de Representantes y de una condena en el Senado, Nixon dimitió diez días más tarde, convirtiéndose en el único Presidente estadounidense que ha renunciado al cargo. Su sucesor, Gerald Ford, le concedería a Nixon un controvertido indulto por cualquier delito federal que hubiera cometido durante su mandato.

Las interceptaciones del das

¿Hasta qué punto un gobierno puede espiar a quienes considera enemigos del Estado? Según las normas, solo mediante una orden judicial se pueden realizar seguimientos e interceptaciones telefónicas contra los ciudadanos. Eso es lógico en una situación de normalidad en seguridad y defensa. Pero ¿qué pasa en el marco de un conflicto interno? ¿Es razonable que en plena guerra se tengan normas que impidan detectar al enemigo?

La respuesta al último interrogante deja mal parados a los actores involucrados en el más reciente escándalo de interceptaciones telefónicas del DAS, pues mientras algunos sectores del gobierno se han empeñado en desconocer la situación de conflicto interno, los opositores no solo la reconocen, sino que muchos hasta la justifican.

En medio de un conflicto interno como el que vive Colombia, la investidura de político opositor, periodista o jurista es accesoria, pues en muchos casos son fachadas para ocultar acciones criminales en contra del Estado y por supuesto, contra la administración que lidera un bando en el conflicto.

En ese orden de ideas, mal haría el gobierno en renunciar a la potestad de investigar a aquellos ciudadanos que pueden desestabilizar al país mediante apoyos y manejo de información que beneficie al bando que intenta subvertir el orden y llegar al poder por una vía diferente a la democrática.

Pero aquí hay más de fondo: en Colombia, los grandes beneficiados de las interceptaciones telefónicas han sido los medios de comunicación: Noticias Uno y Semana, entre otros, han liderado la publicación de escándalos basados en grabaciones obtenidas mediante interceptaciones ilegales.

¿Cómo obtuvo Noticias Uno la conversación entre Fernando Londoño y el general Rito Alejo del Río? ¿Quién hizo la grabación de la conversación del Presidente con el magistrado César Julio Valencia? ¿Y la del fotógrafo con Uribe Vélez? ¿Por qué el silencio de esos medios frente a la grabación que hizo el gobierno venezolano de una conversación entre un diplomático colombiano y José Obdulio Gaviria?

Los medios han patrocinado y promovido las interceptaciones ilegales, pues han apuntalado con esas prácticas algunos de los escándalos que han desatado. Ahora, esos mismos que han logrado audiencia con la acción ilícita se rasgan las vestiduras porque supuestamente ellos fueron los interceptados.

En la situación de conflicto que enfrentamos, uno de los primeros derechos sacrificados es el de la privacidad. Muchos ciudadanos estamos dispuestos a perder una porción de esa privacidad con tal de que el Estado sea capaz de detectar los elementos desestabilizadores que se mimetizan en la sociedad. Esto no pasaría en un país que disfruta de una dosis razonable de seguridad y defensa, pues en ese caso las acciones de inteligencia tendrían un propósito exclusivamente político y no de sobrevivencia del Estado frente a una amenaza terrorista como ocurre hoy en Colombia.

Ahora bien: este escándalo resulta muy particular, pues se basa en las declaraciones de unos funcionarios que admiten, desde el principio, que no tienen pruebas para confirmar sus denuncias. En este sentido, lo que se demuestra desde un comienzo es que SEMANA confía en sus fuentes (los funcionarios del DAS) y eso es el resultado de dos situaciones: o que tradicionalmente las fuentes han entregado buena información o que existen las pruebas para confirmarla. En este caso no existen las evidencias, por lo que solo queda la confianza en la fuente.

¿Por qué SEMANA confía en estas fuentes? La confianza entre la fuente y el periodista se construye con tiempo y paciencia, por lo cual, resulta evidente que SEMANA ha obtenido información y pruebas confiables de esos funcionarios de inteligencia, es decir, grabaciones de interceptaciones ilegales que le han servido como soporte para la publicación de algunos artículos.

También resulta contradictorio el informe, pues los personajes se atreven a admitir que cometieron las interceptaciones ilegales y que las destruyeron, pero se abstienen de mencionar, con nombre propio, a quienes presuntamente dieron la orden. Esto no funciona así: “untado el dedo, untada toda la mano” y al denunciar una presunta acción ilegal, la fuente entrega la información menos compleja que es el nombre del autor intelectual del ilícito. Es más: en este caso concreto, al señalar al cabecilla de la operación, los implicados tendrían un argumento en su defensa que es el acatamiento de órdenes superiores. Pero estos testigos se arrojan toda el agua sucia sobre sus cuerpos… ¡Curioso!

Pero las particularidades del escándalo no paran aquí. Una de las razones para destruir el material, dice SEMANA, es que era cuestión de poco tiempo para que las actividades ilícitas salieran a la luz pública, por cuenta de la llegada del nuevo director de la institución. Esto significa, es de Perogrullo, que el recién nombrado director no podía encontrar ese material en el DAS.

¿Cómo es posible que una acción ilegal, supuestamente hecha por órdenes de la Casa de Nariño, no pueda ser detectada por un hombre de confianza del Presidente? Si Uribe es el jefe directo del DAS y supuestamente ordenó las interceptaciones, el mensajero (en este caso el director del organismo) es lo de menos. ¡Ni más faltaba que el mensajero interfiera en una misión ordenada por su jefe! Esto es subestimar la inteligencia del Presidente y creer que va a nombrar en un cargo tan sensible a una persona que no sea de su entera confianza.

Esto plantea dos escenarios: o que las órdenes venían del círculo íntimo del Presidente, quien desconocía el asunto, o que los seguimientos fueron ordenados desde el DAS por funcionarios de rango medio para ganar puntos ante las máximas instancias del Gobierno, detectando la incubación de escándalos o recolectando información que serviría para neutralizar a aquellos que trabajan constantemente en golpear la imagen del gobierno y que generalmente pertenecen al bando totalitario cuyo brazo armado son las Farc.

En este último escenario, lo que se ve es un deseo de satisfacer a una camarilla cercana al Presidente, que ejerce el poder y que poco a poco se ha convertido en una rueda suelta en las altas esferas de la dirección del Estado.

Esto lo confirma el mismo informe al señalar que “hace años, si de la Casa de Nariño se necesitaba algo del DAS el Presidente era quien llamaba directamente al director o viceversa. Desde hace unos cuatro años las cosas son muy distintas. Casi cualquiera de los altos funcionarios de Palacio puede llamar acá a pedir cualquier tipo de favor sin necesidad, incluso, de pasar por el director. Llaman al jefe de Inteligencia, al de Contrainteligencia o a la Dirección Operativa y piden lo que necesitan, sin importar lo que sea”.

¿Quiénes son los presuntos altos funcionarios que piden “favores”? El escándalo está tan bien estructurado para ser solo eso, que siempre quedará la duda de si existen esos dichosos cabecillas o si las declaraciones son un montaje cuidadosamente elaborado contra el gobierno, pues no existen pruebas y los testimonios son contradictorios y demasiado genéricos.

Eso si: no se puede desconocer que hay olores nauseabundos que salen del edificio del DAS en Paloquemao… Bienvenidos al año electoral 2009.

jueves, 5 de febrero de 2009

LA HITORIA DE LAS COSAS

UN APLAUSO

Por Antonio CaballeroPara saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenasSábado 1 Noviembre 2008Un aplauso. Está muy bien que por fin los más altos representantes del Estado empiecen a reconocer lo que desde hace decenios un general tras otro, un ministro de Defensa tras otro, un presidente tras otro, han negado en redondo: que las Fuerzas Armadas cometen excesos. Torturas. Detenciones que terminan en la desaparición de los detenidos. Ejecuciones extrajudiciales. Crímenes de guerra. Hay que felicitar al presidente Uribe, al ministro Santos, al general Padilla, por su decisión de pasar a retiro a tres generales y siete coroneles (y otros tres más hace ocho días), más una docena de oficiales y suboficiales de menor rango, por los infames "falsos positivos" con decenas de muertos denunciados en las últimas semanas.Está muy bien que se empiece a limpiar el Ejército (y la Policía, y el DAS), y ya iba siendo hora: sólo falta un año para que venza la reserva de siete que establecieron al alimón el presidente saliente Andrés Pastrana y el entrante Álvaro Uribe ante la Corte Penal Internacional, blindando al Estado colombiano frente a las responsabilidades por crímenes de guerra durante el tiempo que según su cálculo optimista tomaría derrotar a la subversión en Colombia.Está muy bien que los crímenes se reconozcan. Y que se acepte por primera vez que no se trata de actos aislados de "elementos descorregidos", de "manzanas podridas", de "ovejas negras" que no entrañan responsabilidad institucional ni política de sus superiores, sino que, por el contrario, la comprometen tanto por omisión como por acción. Pero la necesaria limpieza del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea, de la Policía, del DAS, de todos los organismos secretos del Estado, habrá que repetirla una y otra vez, indefinidamente, mientras no cambien de verdad las convicciones profundas de los militares que hacen la guerra y de los civiles que la ordenan desde el poder político. La convicción profunda, reforzada además por el adiestramiento y el ejemplo recibidos de los Estados Unidos, de que todo vale en la guerra contra la subversión, hoy llamada narcoterrorista; ayer, comunista; antier, bandolera. De que valen el asesinato y la tortura, la desaparición forzada, la expulsión, porque el enemigo no merece respeto.Todo vale porque la vida no vale nada. La de los demás: esos, literalmente, desechables que constituyen el grueso del pueblo colombiano (y que hay que distinguir, claro, de los llamados "colombianos de bien"). Los desechables se pueden desechar. Usar y tirar. Eliminar cuando ya no sirven. Intercambiar. Pueden ser usados indiferentemente como guerrilleros o como paramilitares, como sicarios de la mafia o como mensajeros de moto o como desempleados o como subempleados o como reinsertados o como votantes cautivos o como víctimas de los "falsos positivos militares". Su vida real no importa, salvo desde el ángulo de la estadística. Por eso puede el coronel Plazas Vega, aquel que "defendía la democracia, maestro", decir que los cadáveres de los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia están donde no están, y tiene que salir Medicina Legal a desmentirlo. Ah, ¿eran otros muertos? Da lo mismo.Para saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda de que hablo hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenas. Pues la desaparición forzada, que trabajosamente fue por fin tipificada como delito en el año 2000, no ha tenido en los siete años transcurridos desde entonces ningún acusado, ningún procesado, ningún condenado, pese a que sigue afectando a unas quinientas personas cada año. Y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada, firmada por el gobierno de Colombia en septiembre de 2007, no ha sido ratificada todavía. Y en la discusión que se adelanta en el Congreso sobre la Ley de Víctimas, el gobierno y sus parlamentarios leales se rehúsan obstinadamente a reconocer como víctimas del conflicto (y a reconocer que hay conflicto) a las que lo hayan sido de los agentes del Estado: soldados, policías, detectives del DAS. Como si no existieran.Todavía falta, pues. Y no sólo porque la lucha por la verdad y la justicia sea una lucha interminable que nunca se puede dar por ganada del todo, sino porque el reconocimiento hecho esta semana por los más altos representantes del Estado sobre sus culpas parece insuficiente todavía, apenas de labios para afuera. Así, al presidente Álvaro Uribe se le escaparon dos expresiones reveladoras al hacerlo. Una fue la de que los desaparecidos habían sido "ajusticiados" por el Ejército. La otra, la de que con sus masacres, de Guaitarilla a Soacha, los militares "nos hacen quedar mal". "¿''Ajusticiados" los asesinados? ¿Y simplemente "queda mal" quien secuestra a alguien para matarlo y presentar su cadáver como un "positivo"? En los dos casos, las palabras del Presidente se quedaron algo cortas.Pero bueno: es un comienzo. Que sigan por ahí. Y, de nuevo, un aplauso.

lunes, 2 de febrero de 2009

Que Viva La Revolución
Cuando el Presidente Obama habló en su discurso de toma de posesión sobre el cambio climático y el uso de la energía en el futuro, fue difícil que alguien como yo no se emocionara. La esperanza, por fin, brilla en Washington. Dicha esperanza tiene muchas facetas. La más cercana a mi corazón es el deseo del nuevo Presidente de movilizar la energía limpia para combatir tres de las mayores amenazas que enfrenta la civilización moderna, todas al mismo tiempo: la crisis financiera actual, la crisis climática en curso y la inminente crisis energética global.
“Cada día vemos mayor evidencia de que las formas como utilizamos la energía fortalecen a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta”, dijo Obama. Se requerirán medidas atrevidas: un rediseño total de las economías. “Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde”, dijo, y entre los asuntos más importantes en la agenda de este renacimiento, éste: “Aprovecharemos el sol y los vientos y la tierra para mover nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas”.
Veamos lo que significan estas palabras para alguien con un recorrido como el mío. En mi juventud me cautivó la geología, por lo que me sumergí en el estudio de los cambios naturales de nuestro planeta a lo largo de millones de años de eras geológicas. Hace apenas un poco más de treinta años ingresé a una facultad universitaria, en el Imperial College of Science and Technology, para investigar la historia de la Tierra. Se trataba de una escuela donde se entrenaba a una minoría selecta para trabajar en las industrias extractoras y, como la mayoría de mis colegas, yo era consultor de la industria petrolera alrededor del mundo, a la vez que entrenaba a quienes serían su fuerza laboral en el futuro.
Poco imaginaba que un día consideraría que dicho pasado es algo para lamentar, y que la industria petrolera es un negocio que se prepara para embargar el futuro de la civilización. Una parte de mis investigaciones tenía que ver con el tipo de rocas de donde proviene el petróleo, y otra consistía en la historia de los océanos. Mientras más descubrimientos hacía en el curso de dichas investigaciones oceánicas, más percibía lo frágil y lo fundamentalmente cambiable que es nuestro planeta.
En la década de los años 80, un número creciente de científicos comenzó a preocuparse de que la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas, desestabilizaría el clima global relativamente tranquilo que la humanidad ha disfrutado durante la evolución de la civilización. Al quemar dichos combustibles, ya sea en centrales eléctricas, automóviles, aviones o edificios, se producen gases de efecto invernadero. Estos gases retienen el calor dentro de la delgada atmósfera terrestre. En esa época me fue permitido dictar unas pocas conferencias para darles a conocer a los estudiantes el problema del efecto invernadero. Eran llamadas por mis colegas del departamento “las clases de estudios liberales del Profesor Leggett”.
Los tiempos cambian: al menos en cuanto a la percepción de los problemas globales, aunque no haya un cambio para enfrentarlos. Hoy en día, creer que podemos continuar vertiendo miles de millones de toneladas de gases radioactivos dentro de nuestra delgada atmósfera cada año sin causar un daño considerable, es un poco semejante a creer que la Tierra es plana.
Son muchas las maneras como podríamos detener las emisiones de gases de efecto invernadero si quisiéramos hacerlo colectivamente y con seriedad. La mayoría de ellas tiene que ver con la forma como usamos la energía, ya que la quema de combustibles fósiles puede reemplazarse con una numerosa familia de fuentes de energía renovable, además de la eficiencia energética y la conservación de la energía. En 1989, me retiré del mundo universitario para unirme a la campaña de Greenpeace a favor del cambio hacia una energía limpia y eficiente.
Luego de siete años de cabildeo en y alrededor de las negociaciones internacionales sobre el clima, y de duras lecciones en la que algunos llamarían realpolitik, me convencí de que los gobiernos oponen una fuerte resistencia antes de hacer un llamado a una repuesta colectiva significativa hacia el cambio climático.
Podía ver algunas señales de responsabilidad corporativa potencialmente valiosa, pero eran muy pocas y avanzaban muy lentamente. Decidí, entonces, hacer un intento para establecer mi propio microcosmos de esperanza en el mundo de los negocios.
Fundé una pequeña compañía para intentar instalar, en edificios, tanta energía solar como fuera posible. No lo hice porque considerara que la energía solar es la panacea. Es sólo un miembro de una gran familia de soluciones, nada más y nada menos. Pero es una solución particularmente ingeniosa, y además un poco mágica. Al igual que muchos otros partidarios de la energía solar, creo que puede ser el pilar del suministro de energía en una sociedad futura, donde la cordura nos permita sobrevivir. A la compañía le puse por nombre Solar Century (Siglo Solar), porque eso es lo que pienso que debe ser el siglo XXI. Hoy en día es la empresa privada de energía de más rápido crecimiento de las de su clase en el Reino Unido; una pequeña parte de un mercado global de $50 mil millones de libras al año.
Los inversionistas de Silicon Valley reconocen 50 familias de interesantes tecnologías de energía limpia. Muchas de estas familias están creciendo rápidamente. Una revolución industrial verde era viable aun antes del comienzo de la presidencia de Obama. Si se mantiene fiel a su visión, estará trabajando con el filón.
En la década de los años 90, los científicos empezaron a hablar del pico del petróleo casi en la misma forma en que habían empezado a hablar del cambio climático en los años 80. La industria global de petróleo y gas pronto se verá en dificultades para suplir la demanda de sus productos manifiestamente limitados, dijeron. Un número creciente de personas dentro y alrededor de la industria del petróleo está advirtiendo ahora que la producción está cerca a su pico y está en peligro de empezar a declinar próximamente.
Todavía hay muchos que refutan este análisis del pico del petróleo, pero entre estos escépticos hay muchos que sí aceptan que la era del petróleo fácil ha terminado y/o que la actual geopolítica de las reservas de petróleo y gas hace que la mayoría de las naciones enfrente profundas amenazas en su seguridad energética. Mayor razón de peso, entonces, para “convertirnos a la energía solar” y tomar la vía rápida hacia todas las demás tecnologías de la revolución industrial verde.
Veamos también las implicaciones para el empleo. Las industrias que funcionan con energía verde tienden a emplear mayor mano de obra que las industrias a base de combustibles fósiles, las cuales nos han llevado por tan mal camino. Un mega vatio de capacidad eléctrica producido por energía solar, por ejemplo, requiere entre 7 y 11 personas, comparado con una persona que se requiere si la electricidad proviene de combustibles fósiles.
Esto significa que mientras los gobiernos y las empresas invierten para tratar de reconstruir las ruinas económicas ocasionadas por los banqueros fuera de control, crearán muchos más empleos que si solamente reconstruyen el fracasado (y medioambientalmente ruinoso) statu quo energético.
Con estos antecedentes, espero se me perdone por escuchar al Señor Obama y pensar “Vive Le Revolution”.
*Jeremy Leggett es presidente de la compañía Solar Century y de la organización benéfica Solar Aid. Es el autor del libro Half Gone: Oil, Gas, Hot Air and the Global Energy Crisis / Medio Consumido: Petróleo, Gas, Aire Caliente y la Crisis Energética Global.